La relación mujer-espacio en la novela La rampa (1917) de Carmen de Burgos

 

The relationship between the woman and the space in La rampa, a novel by Carmen de Burgos

 

 

 

 

Marianna Świerczyńska

 

marianna237swierczynska@gmail.com

 

 

 

Uniwersytet Wrocławski – Polonia

 

 

Recibido:   27-02-2023

Aceptado:  30-05-2023

 

 

Resumen

El artículo analiza la relación entre la creación de los personajes femeninos y el espacio de La rampa de Carmen de Burgos. El trabajo investiga el espacio público mediante las teorías de Judith Butler y destaca las discrepancias de la identidad femenina presentada en la novela. Después, aborda la cuestión del espacio doméstico presentado como un lugar de reproducción del sistema de abuso patriarcal-capitalista y la ruptura con el mito del ángel del hogar. Además, refiriéndose a las categorías de Michel Foucault y Julia Kristeva, el artículo explora el espacio cerrado de un hospital de maternidad, cuya posición en la ciudad revela el carácter disciplinario del control ejercido sobre las mujeres; se considera la interseccionalidad de la discriminación.

Palavras clave: Carmen de Burgos, La rampa, espacio, literatura española, novela, género, interseccionalidad.

 

Abstract

This article analyses the relation between the creation of the female characters and the space of La rampa by Carmen de Burgos. First, the public space is investigated, applying the theories of Judith Butler and underlining the discrepancies of the female identity presented in the novel. Then, it discusses the issue of domestic space, depicted by Burgos as a place of recreating the system of capitalist-patriarchal violence and a breakaway from the ángel del hogar myth. The closed space of a maternity hospital ward whose location in the city exposes disciplining character of the power executed over women is analysed with reference to Michel Foucault and Julia Kristeva; moreover, the intersectionality of discrimination is taken into account.

Keywords: Carmen de Burgos, La rampa, space, Spanish literature, novel, gender, intersectionality.

1. Introducción

 

 

En su breve análisis de la ciudad moderna Georg Simmel observó de qué manera la metrópolis modifica la actitud humana hacia la realidad: un ciudadano moderno queda deslumbrado y sobre estimulado enfrente de la multitud de personas que encuentra cada día, olores que huele y vistas que ve. Son elementos que cambian sin parar, proporcionando cierta anonimidad a los sujetos, cierta dosis de apatía —una disposición blasé— asimismo formando un nuevo modelo del habitante de la aglomeración que hoy en día todavía sigue vigente. ¿Pero cómo —de otra manera— puede influir el espacio de la ciudad en un personaje literario? ¿O toda la categoría de personajes? Tal como sugirió la crítica cultural feminista Rita Felski, en cuanto al desarrollo rápido de las ciudades iniciado por la revolución industrial, los cambios sociales tuvieron un efecto diferente en hombres y mujeres: “women have experienced these changes in gender-specific ways” (Bender, 2017: 132). Esta cuestión merece investigación basada en un ejemplo particular: por eso la relación entre el espacio y las protagonistas femeninas en la novela La rampa (2017) de Carmen de Burgos es el tema de este artículo. Su objetivo es presentar el poder que ejerce el espacio en la vida de Isabel, el personaje principal, y otras mujeres que aparecen en la obra y responder a preguntas siguientes: ¿Cómo funciona el espacio de La rampa? ¿Qué ofrece la ciudad a las mujeres? ¿Qué les quita? ¿Como se presentó la experiencia femenina en la novela española de los años 10 del siglo XX?

La novela de Burgos puede ser percibida como un intento de retratar unos aspectos de dicha experiencia, aunque no ofrece una respuesta explícita a la pregunta. Su breve trama se desarrolla en Madrid en las décadas de los diez, facilitando el acceso al mundo lleno de cambios económicos y sociales experimentados por los habitantes de la capital acerca del periodo de la publicación de la novela. Y ya que la autora dedica La rampa principalmente a los protagonistas femeninos, merece la pena investigar la manera de que estos están construidos en el marco de la novela y de la realidad histórica de aquel entonces. Lo que concurre en su desarrollo —sobre todo de manera negativa— es el espacio: para precisar, el espacio de la ciudad. La novela cuenta la historia de Isabel, una joven obrera anteriormente burguesa que queda embarazada, pierde su trabajo y tiene que dar a luz en la Casa de Maternidad. Después de la muerte de su hija encuentra empleo como ama seca, pero pronto acepta su caída por la rampa social y, vencida, decide introducirse en el Colegio de Criadas. A lo largo de la novela la protagonista se encuentra en varios lugares compartidos solamente con las mujeres o con los representantes de todos los géneros: son entornos que la afectan de manera significativa.

Dada la historia de los movimientos femeninos y la división de tareas entre hombres y mujeres, parece entendible destacar en el análisis de la novela de Burgos el espacio público y el espacio doméstico: a este último, por razones que se demostrarán en el texto, no se puede llamar privado. A cierta distancia de estos existe un plano más: es el espacio cerrado de una institución. Estos tres tipos de entorno edifican la trama de La rampa: no existen como el fondo para los eventos de la novela, sino que la definen. El objetivo principal de este texto es investigar la multifacética relación entre el espacio y las mujeres, su influencia en los personajes y en el desarrollo de la acción a través del análisis del texto —de la descripción de los espacios y de la trama— tomando en consideración el contexto sociohistórico de la novela. A través del mismo se acercará la figura de Carmen de Burgos al lector contemporáneo y se discutirán las cuestiones de la performatividad del género, de la interseccionalidad de la discriminación entre las mujeres (en relación con su edad, nivel económico, clase, origen) y las diferentes maneras de existir en el sistema capitalista y patriarcal efectuadas por los cuerpos humanos.

 

 

2. Metodología

 

 

El texto empieza con una biografía concisa de la autora de La rampa, que subraya su apego a la cuestión del sufragio femenino y las libertades ciudadanas. Luego, en los apartados dedicados a la novela, a las observaciones basadas en el texto acompañan los comentarios de los investigadores de la obra de Carmen de Burgos, junto con las aclaraciones dedicadas a las cuestiones de la performatividad del género (Judith Butler), la interseccionalidad de la discriminación, la relación de las mujeres con el espacio urbano (Rita Felski) y los mecanismos del control de la populación (Rebecca Bender, Michel Foucault, Julia Kristeva).

Se comenta varias escenas de La rampa en el contexto de toda la novela, analizando la transformación de las protagonistas en varias circunstancias (la calle, el comedor, la casa de los vecinos, el espacio del hospital, las casas de amigas, las casas de empleadores) y también la transformación de mismos espacios. Se comenta las aproximaciones criticas citadas en referencia a los fragmentos concretos del texto de Burgos y a la novela completa.

 

 

3. Carmen de Burgos

 

 

Carmen de Burgos (1867-1932), conocida también bajo el seudónimo Colombine, fue periodista, escritora, ensayista y traductora que apoyó plenamente el sufragio femenino. Su obra extensa consta de cientos de artículos, libros de cuentos y novelas; además, como activista política, luchó por los derechos de las mujeres hasta el día de su muerte. Nacida en Almería, en 1901 se mudó a Madrid después un matrimonio fracasado con la única hija que sobrevivió la infancia (Fundación Carmen de Burgos “Colombine”, 2021). Familiarizada con el mundo de la prensa a través de las relaciones de su exmarido, la Colombine logró publicar sus primeros artículos antes de la mudanza y al instalarse en Madrid empezó a marcar su presencia en el escenario intelectual de la capital. Tal como postula Anja Louis, la autora “era una creación de su época y en su historia personal se ven reflejadas la modernización y la democratización de España, un proceso que llevó al país a implementar reformas sociales y políticas sin precedentes” (Louis, 2018: 13): como testigo de la transición del sistema de gobierno de la monarquía a la llegada de la Segunda República, Burgos comentó la realidad sociopolítica tanto en sus textos periodísticos, como en los ficticios. Dedicó su columna Notas femeninas, que apareció en El Globo, a las cuestiones de sufragio y calidad de la vida y trabajo en fábricas obreras; como redactora del Universal se ganó la posición de la primera periodista profesional en España. Sus textos trataron de modas y estilos y al mismo tiempo acercaron a los lectores madrileños las ideas europeas, todavía poco conocidas en el país (Fundación Carmen de Burgos “Colombine”, 2021).

En 1904 la autora participó en la campaña de legalización del divorcio: fue un gesto que incitó muchas polémicas. Burgos tuvo que enfrentar la critica muy fuerte por la parte de la Iglesia y los partidos conservadores, por otra parte la involucración en este proyecto garantizó a la autora la apreciación de varias figuras de esta época. Cabe destacar la “tímida” (Abellán, 2010: 56) reacción de los representantes de la generación 98, a la que perteneció la escritora, a dicha campaña: el respaldo más entusiástico se lo puede atribuir solamente a Pio Baroja. Aquí hay que señalar el carácter distintivo de la escritura de Burgos a comparación con sus colegas de la formación. Como postula Roberta Johnson (1996: 169), “[t]he preponderance of male narrative in early twentieth-century Spain is precisely a genealogy of origins with a marked emphasis on the past. The minority discourse by women, on the other hand, emphasizes the present and the future”. En su obra literaria Burgos otorgó menos importancia a las verdades eternas relacionadas con el alma y nación española y prefirió centrarse en la exposición de los mecanismos injustos  que rigieron la sociedad contemporánea.

La autora expresó sus sentimientos y convencimientos antibélicos y la oposición a la pena de muerte en varias ocasiones. Participó en las actividades de La Cruzada de mujeres españolas, una de las organizaciones de empoderamiento femenino más significativas de la época, desde su fundación en 1921. Como corresponsal de guerra tuvo varias oportunidades de viajes extranjeros. Además, en 1907 fue admitida en la Asociación de la Prensa de Madrid; un año después fundó la Alianza Hispano-Israelita con el fin de defender la comunidad sefardita internacional (Fundación Carmen de Burgos “Colombine”, 2021). Burgos percibió la educación de las mujeres como una de las mayores oportunidades de la emancipación y se pronunció a su favor en múltiples ocasiones. El voto femenino, el matrimonio civil y el derecho al divorcio se hicieron realidad con la llegada de la Segunda República. Burgos permaneció activa en la vida política hasta su fallecimiento el 9 de octubre de 1932 por el ataque de corazón que sufrió durante una reunión del Círculo Radical Socialista.

 

3.1. Performatividad del género en el espacio público

 

Partiendo de la idea de Judith Butler sobre los actos reiterados (2007: 24) se puede caracterizar unos de los desafíos de los personajes principales de La rampa de Burgos. En Isabel y Agueda —dos obreras indigentes— la falta de atavíos lujosos o de maquillaje produce el sentido de insuficiencia. Las mujeres de su estatus no llegan a identificarse como tales: la incoherencia de la categoría de género se vuelve especialmente visible en las calles, durante los paseos que las protagonistas suelen dar después del trabajo. Es allí cuando enfrentan todos los demás:

 

“Viéndolas, parecía como si no existiese la miseria. Todas hacían un esfuerzo por presentarse con elegancia. Una rima de blusas azules y rojas, de faldas claras, ponía en el paisaje algo de fiesta, una fiesta de garden-party burgués. Parecían rivalizar en lucir un atavío superior a su medio. [...] ¿Sería aquella la única rebeldía contra su suerte de que serían capaces las mujeres?” (Burgos, 2010: 55).

 

Las modalidades de clase, de edad u origen social que constituyen componentes de la identidad femenina en la novela son fuentes de dos fenómenos: primero, tras la expresión performativa de los rasgos establecidos en esta época como pertinentes a las mujeres —los peinados, la ropa etc.— las protagonistas de Burgos pueden legitimar su presencia en el espacio compartido con los demás. Ocupan un sitio en la jerarquía social tras varios intentos reiterados que las acercan a la visión de las mujeres adecuadas. Lo que es más, para que esta legitimación se produzca, las mujeres en La rampa tienen que ser vulnerables a la subyugación: en este caso la subordinación a las reglas patriarcales figura como “promesa de existencia” (2015: 31-32), si uno aplica las categorías de Butler comentadas en Mecanismos psíquicos del poder. Teoría de sujeción. Isabel y Agueda, igualmente como otras protagonistas de Burgos, llenan las calles de la novela de manera diferente y aunque la repetición de los actos que las acercan al ideal femenino tiene el potencial de desvelar su discontinuidad y ridiculizar la noción de una feminidad estable, ellas mismas todavía no saben cómo transformar su entorno. ¿Por qué es así?

La subyugación de las protagonistas de Burgos no es un estado aplicable solamente en su tiempo libre, si no que les toca en cada aspecto de vida: incluso en el caso de las actividades prosaicas como la comida o el traslado de un punto B a punto A, la conducta de las mujeres permanece disciplinada por las reglas de la sociedad. Una muestra muy explícita para sostener esta observación puede ser el capítulo con el que empieza la novela. Ya su título, “El comedor de todos”, hace referencia burlona a la noción de la supuesta igualdad. El restaurante donde acuden Isabel y Agueda a la hora del almuerzo es un territorio público y hostil, aunque cerrado: allí les toca no solamente aguantar los suspiros y piropos por parte de los comensales, sino también pretender venir de una capa más adinerada. El juego de apariencias que en la calle se manifiesta sobre todo tras el vestido, en el comedor toma otra forma: se trata de aparecer el más adinerado tras pedir platos más caros, saber atraer la atención del camarero, no enojar la dueña, es decir, ser un cliente ejemplar —masculino— la autora deja entender quiénes son los predeterminados bienvenidos en el espacio compartido.

Miremos la situación literaria presentada encima desde la perspectiva del feminismo de igualdad. Parece claro que la entrada de las protagonistas femeninas en el espacio compartido no tiene ningún potencial de modificarlo, ya que “al hacerse desde una lógica de integración de la mujer a los espacios tradicionalmente masculinos, mediante la ampliación constitucional de derechos también a ellas, pero sin transformar estos espacios, la igualdad construida es en realidad una falsa igualdad” (Noguera Fernández, 2015: 624). La entrada en el comedor no es legalmente prohibida para las mujeres, pero es allí donde tienen que aguantar “esa galantería de mal gusto”, “las miradas, los suspiros, las audacias y las inconveniencias de aquellos hombres extraños y desconocidos” (Burgos, 2010: 8-9). Se trata al mismo tiempo de una transgresión física —los cuerpos que experimentan angustia, cansancio, hedores, vergüenza y ridiculización, que se esconden en los rincones (Burgos, 2010: 10)— y teórica: al ejercer su derecho de aparecer en lugares compartidos, aunque todavía no fueran capaces de cambiarlos, las protagonistas de la novela confirman su estatus de obreras. Aunque quizás sería más conveniente “comerse un pedazo de pan y queso en medio de la calle” (Burgos, 2010: 12).

 

3.2. El miedo en el espacio compartido

 

Es necesario volver a la cuestión de la calle —un espacio, tal como el comedor, fuertemente sexualizado— para tratar dos cuestiones relacionadas. La primera es la cuestión del miedo, que no acompaña a Isabel desde el principio. En vez de esto es una de las manifestaciones de su caída social: es después de perder a su hija, cuando incapaz de encontrar un nuevo empleo, se desplaza por las calles de Madrid por la noche e involuntariamente participa en la llamada “caza de las mujeres”, o sea, una caza de prostitutas en la ciudad. El hecho de ser tomada por una prostituta, aunque trágico para la protagonista, no es el más significativo: lo que atrae la atención en esta situación es la rapidez con la cual la protagonista de Burgos, aunque no ha cometido ningún crimen, se echa a correr con las demás al darse cuenta del tipo de peligro. Son las reglas internalizadas de la conducta en el sistema patriarcal que la hacen huir y, como lo explica Rebecca Bender, el presagio de una complicación inminente está presente en la descripción del espacio: “(t)he dark, deserted evening city street foreshadows the ensuing esperpentic scene” (Bender, 2017: 136).

Con las calles desiertas y el cielo donde no brilla “ni una sola estrella”, “los faroles daban una sensación de oscuridad, esa oscuridad trágica de las grandes ciudades que no es la sombra amplia de los campos” (Burgos, 2010: 225). La autora de la novela destaca el tremendo impacto de la ciudad en el comportamiento de su protagonista; lo afirma Bender, destacando el contraste entre el frío de la calle y el calor de las churrerías abiertas, y lo afirman las palabras de Felski que indica la naturaleza del espacio de la ciudad en el siglo XIX, una característica que se puede aplicar también a esta situación literaria:

 

Many of the key symbols of the modern in the nineteenth centurythe public sphere, the man of the crowd, the stranger, the dandy, the flâneurwere indeed explicitly gendered. There could for example, be no direct female equivalent of the flâneur, given that any woman who loitered in the streets of the nineteenth-century metropolis was likely to be taken for a prostitute” (Felski, 1995: 16).

 

El acceso al espacio público está restringido en el caso de las mujeres: ellas, como lo demuestra la caza y la reacción de Isabel, siguen bajo la vigilancia aguda, propia y ajena. La persecución de las mujeres en un lugar accesible a todos los ciudadanos evoca las estipulaciones de Foucault, quien en su obra Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión (2002) explica los mecanismos detrás del control ejercido por un sujeto sobre sí mismo junto con la transición de los procesos jurídicos de los espacios comunes a edificios cerrados. La caza de las mujeres representa al mismo tiempo un vestigio de estas prácticas conducidas con la participación de los mirones y la internalización de las convicciones sobre el comportamiento adecuado.

 

3.3. Espacios modificados

 

La evolución de la manera en que Isabel experimenta el espacio de ciudad, aunque parece seguir la trayectoria establecida por la rampa titular, no se presenta de forma lineal. Hay aspectos del espacio público que influyen directamente en el desarrollo de la acción y en muchos aspectos parecen ampliar el potencial de la protagonista y resultar modificados ellos mismos: es el cinematógrafo y el carnaval. En los dos casos la relación entre Isabel y Fernando puede profundizarse gracias al contacto físico: es durante las películas y en el coche del cochero cínico donde los dos tienen la oportunidad de expresar su deseo sexual. Como mujer soltera, Isabel no puede recibir huéspedes: los jóvenes quedan en el cine, un lugar transitorio entre lo público y lo privado que ofrece una posibilidad de “correr aventuras”, es un “refugio de las parejas enamoradas vagabundas” (Burgos, 2010: 94).

El estatus del cine cambia: antes un lugar donde la protagonista, como “otras muchas mujeres”, vio “el único interés de su vida”, se convierte en un lugar de deseo y de fronteras cruzadas. La vida superior de los personajes ficticios ya no importa tanto a la luz de experiencias físicas propias. En un sentido  este lugar fronterizo con la capacidad de transformarse facilita a Isabel un cierto tipo de emancipación: le da libertad de hacer lo que quiere con su cuerpo durante un periodo definido. Por otro lado, el espacio eleva y sublima su experiencia, mezclando la realidad de su vida “de aislamiento y trabajo” (Burgos, 2010: 95) con un plano ficticio: Isabel “(e)ncarnaba y veía encarnar a Fernando en aquellos personajes. Eran ellos mismos. Se veían como en un espejo, y aquella unión les hacía aproximarse más” (Burgos, 2010: 95). Por otro lado, esta aproximación no resistirá el paso del tiempo: la promesa de legalizar su situación no se cumplirá.

Se puede considerar el capítulo de La rampa dedicado a la verbena de Carmen como la representación de una serie de espacios susceptibles a la modificación: se trata de la fiesta, del tiempo pasado en el coche del cochero cínico y de la vuelta a casa. Siguiendo la explicación de Antonella Gallo, se puede observar que en la obra de Burgos la descripción del exterior corresponde a la transformación y el desarrollo del personaje:

 

“Asimismo en el remedo de motivos que le llegan a Colombine por vía literaria influyen fuertemente las convenciones genéricas de la novela realista decimonónica, en particular las del Bildungsroman, según las cuales la descripción de espacios y ambientes está cargada de un preciso valor metafórico y simbólico en relación con las distintas etapas de iniciación del protagonista a la vida o una realidad desagradable (o bien con respecto a su estado anímico) al mismo tiempo que el encuentro y la confrontación con los demás personajes se prestan a iluminar y desvelar las partes más íntimas de su conciencia […]” (Gallo, 2020: 20).

 

Esta perspectiva permite observar la evolución de las emociones de Isabel antes de decidir a tener sexo con Fernando: la motivan a esto la atmósfera del gozo, “la sana alegría del pueblo que se divierte como un niño ingenuo” (Burgos, 2010: 95), la excursión a las periferias de Madrid —donde la “Naturaleza libre despertaba la naturaleza” (Burgos 2010: 112)— y el ver la fiesta acabar. La protagonista de La rampa pasa por una serie de experiencias que la hacen concentrarse en su cuerpo y deseos que normalmente está forzada a ocultar ante los demás y hasta cierto nivel ante ella misma.

Las normas internalizadas de la conducta la hacen pensar sobre todo en la opinión de los demás: Fernando, los espectadores en el cine, los conocidos vistos durante la verbena, etc. Dadas las circunstancias, su deseo había sido estigmatizado ya antes de que nació: en algún modo el giro a la oscuridad, a la fiesta, a la naturaleza que se produce en estos espacios transitorios crea una explicación que funciona como una excusa en la mente de protagonista: la empuja hacia la realización de su “única fortuna. […] ¿Para qué resistir? Era justo aprovechar su riqueza, su goce, no dejarlo desvanecerse estérilmente. Así al menos habría conocido la opulencia” (Burgos, 2010: 113). Su cuerpo pasa a primer plano de manera que la protagonista parece controlar, viendo su materia física como el único bien que le pertenece y de que puede disponer. Burgos llega a retratar los mecanismos de opresión que condicionan y restringen la sexualidad de Isabel y, a continuación, su emancipación incitada por las circunstancias externas, fluyentes.

 

3.4. ¿Espacios de libertad?

 

Como los lugares que ofrecen una pizca de libertad a las protagonistas femeninas se podría considerar la casa de Isabel, su habitación de mujer soltera: aunque pequeña y miserable, es allí donde duerme, come, cuida sus plantas y recibe huéspedes. Sin embargo, su privacidad está restringida a este espacio: como forma parte de una casa de vecinos, al salir de su dormitorio la protagonista choca con los problemas del mundo externo que no se resuelven por sí mismos con la llegada a casa. El hogar no ofrece refugio.

La ubicación de la acción en una casa compartida por varias personas no relacionadas permite a la autora de la novela comentar por lo menos dos cuestiones. Primero, llega a retratar la situación de la vivienda en Madrid —la manera en que la ciudad mata a sus habitantes, ante todo las obreras venidas del campo cuya lozanía se vuelve en languidez (Burgos: 2010: 24)— y segundo, la manera en que se entablan las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres en un espacio cerrado. En respecto a este primer rasgo, el hecho de ser testigo de varias miserias (el contacto con la niña defectuosa, el muchacho idiota, la muerte de doña Nieves) amplia la consciencia de Isabel y aumenta su comprensión de una obrera de la familia burguesa. Desafortunadamente, aunque sean las mujeres obreras las que entiendan su situación precaria llena de miseria, no tienen medios para rebelarse y defenderse; Burgos utiliza esta trama para subrayar las consecuencias de la falta de educación en mujeres, la debilidad e impotencia que esta provoca.

Estas repercusiones se hacen aún más claras en el caso de la casa antigua de Isabel que ella y su madre tuvieron que abandonar:

 

“Los muebles familiares, los recuerdos queridos, todo se había ido perdiendo; empeñados unos objetos, vendidos otros, hasta no quedar nada en la casa desmantelada y tenerse que ir a vivir a una casa de huéspedes, que también tuvo que abandonar por demasiado cara, y alquilar aquella habitación en donde vivía” (Burgos, 2010: 22-23).

 

La casa burguesa de Isabel determinó su estatus y posición social: a la pérdida de este espacio y las posesiones que lo rellenaban acompañó el sentimiento de humillación e insuficiencia intensificado por el contacto con las amigas de este grupo. La protagonista pierde sus padres, su refugio y una parte de su identidad: ¿podría su caída por la rampa social haberse empezado incluso antes del inicio de la novela? Parece probable que es exactamente lo que la narradora de La rampa quiso señalar.

Con esta caída empezó seguramente el proceso de ampliación de conocimiento de la miseria humana; un conocimiento que no pudo resultar en una rebelión. Según transmite Martín Pérez (2013: 121), la moral “clasista y patriarcal ha sido interiorizada para perpetuarse de generación en generación, desechando las posibilidades de mejora que una lucha común puede ofrecer”. Por otro lado, por falta de un espacio de libertad plena, las mujeres no tienen otra opción que vivir “en sus propios corazones” (Burgos, 2010: 49). Lo que Burgos ilustra es la diversidad y la fragmentación del mundo de las protagonistas femeninas, pero ante todo su impotencia.

Las protagonistas de Burgos no pueden sentirse seguras incluso en lugares que alquilan con el dinero que ganan ellas mismas por su propia cuenta. Los otros huéspedes, los vecinos y todos los otros siguen molestándolas en los espacios compartidos: la única excepción es Joaquín, un hombre joven que llega a hacerse amigo de Isabel y Agueda. Joaquín no viola el espacio personal de las mujeres, incesantemente expuestas a los acosos, miradas y piropos, y esto le permite acercarse a las chicas. Es uno de los pocos personajes masculinos en la obra que en su percepción y actitud no limita a Isabel y su amiga a su género.

 

 

3.5. La distorsión de la imagen de la mujer en la ciudad

 

Burgos, aparte de subrayar y criticar las injusticias provocadas por el sistema patriarcal-capitalista, logra retratar la caricaturización de los personajes femeninos. Es el traslado de su protagonista de la clase media a la clase obrera que lo permite: moviéndose por varios rincones de la ciudad Isabel va ganando el conocimiento sobre el abuso que toca ante todo a las mujeres privadas de recursos. Como anota Ángela Martín Pérez (2013: 116), “la dependencia del trabajo de otros para la subsistencia no aumenta el respeto entre los individuos sino el interés por lo que otros poseen, la anomia y la alienación”. El hecho de trabajar, de ganar su vida no mejora la situación de las mujeres en la jerarquía social: la complica, intensificando el individualismo y la envidia, creando más y más divisiones. Las visitas en las casas de amigas intensifican la desilusión por la situación de las mujeres: las hijas de doña Evarista (Burgos 2010: 83-87) son representadas como personajes grotescos, dependientes, tan tristes como el equipamiento de los interiores:

 

“El aspecto de la sala era triste. El piano estaba impregnado de la melancolía de esos pianos humildes, que se llevan fatalmente los alquiladores; la pobreza que hace tomar a sus lucientes tablas negras algo de madera de ataúd. Sobre el piano estaban colocados esos objetos que son capaces por sí solos de matar el ideal de la música: cisnes y niños de porcelana, retratos de parientes con los trajes de fiesta, que parecían dar mayor tono a la estancia” (Burgos, 2010: 87).

 

Lo que es más, en La rampa se puede observar la relación estricta entre las circunstancias familiares y el hecho de salir de casa: las mujeres obreras no pueden dedicarse solamente al mantenimiento de su casa en acuerdo con los requisitos patriarcales. La estructura económica requiere su presencia en el mercado, modificando y desafiando el arquetipo de la mujer. Solamente las que vienen de las capas sociales más adineradas pueden permitirse el lujo de intentar de encarnar el mito del ángel del hogar a tiempo completo. A otras les toca la grotesca lucha entre los requisitos de la situación económica, el reparto de las responsabilidades domésticas y las suposiciones sobre el género femenino. Las mujeres de este periodo siguen privadas de la protección pública, y privada (Cibreiro, 2005: 57). La rampa muestra la ambigüedad del estatus de la mujer condenado a cambios constantes; su calificación resulta inalcanzable, no pueden existir dentro de solo una categoría por la presencia de varias circunstancias que las definen.

 

3.6. La encarnación imposible del mito del ángel del hogar

 

La ruptura con la imagen idealizada de la mujer logra visibilidad con el traslado de Isabel a la casa de Fernando, ya que, aunque en teoría la protagonista llega a obtener toda la felicidad accesible a su género —con pareja y un bebé, no tiene que trabajar fuera— se siente más infeliz que nunca, su hogar otra vez no sirve de refugio. De hecho, es al revés: con las visitas de amigas restringidas y controladas y el dinero repartido por Fernando la libertad de la protagonista disminuye. El mito del ángel del hogar queda ridiculizado y roto en la novela: Isabel, como las mujeres en el tiempo de la trama, están supeditadas a los hombres a los ojos de la ley (Rodríguez Llamosi, 2019: 699). La violencia económica es un componente indispensable de la relación entre los jóvenes y la consecuencia vital de compartir el espacio. Este conduce a la reproducción de los papeles sociales, la conclusión aumentada por los eventos descritos en el antepenúltimo capítulo del libro, donde la autora retrata el matrimonio de una pareja burguesa con tres hijos. Como ama seca, Isabel tiene la oportunidad de observar la manera en que los padres favorecen a su hijo:

 

“Ya desde pequeños, en su misma casa, estaba establecida la desigualdad. Dieguito dominaba a las dos niñas, Marta y Elvira, que tenían que ceder a sus caprichos. El niño era travieso, autoritario, despótico, se hacía servir de las hermanitas, a las que maltrataba si no lo obedecían y las obligaba a ceder. Lo raro era que no sólo el padre, sino la madre daban siempre la razón al niño. Él era el hombrecito, el heredero, tenía más alta misión que cumplir y merecía otras consideraciones” (Burgos, 2010: 238).

 

A la protagonista de Burgos no le sorprende la sumisión de la madre en cuanto a la crianza de su hijo y la resignación en relación con la infidelidad de su marido: de acuerdo con las leyes de aquel entonces, la mujer no pudo separarse de su cónyuge y permaneció condenada a seguir en una relación infructuosa. La casa burguesa donde trabaja Isabel representa una encarnación de la repetibilidad de la miseria femenina en generaciones siguientes, un vínculo que permanece, paradójicamente, aún más fuerte en el caso de los matrimonios burgueses. La continuidad del matrimonio es una condición inseparable del capitalismo, la institución que permite su sobrevivencia. En estas dos descripciones de la vida de las parejas Burgos destaca la conexión entre la reproducción de los roles de género y de los bienes privados de familias.

 

3.7. Espacios cerrados

 

La división en el trato de las mujeres según su estatus financiero logra visibilidad en los espacios cerrados. Como mujer obrera privada de recursos, al entrar en la Casa de Maternidad, Isabel se transforma en una de las chicas de bata:

 

“Aquellas pobres mujeres, que parecía que no podían moverse, tenían que limpiar puertas, ventanas y pisos, fregar las escaleras, sacudir el polvo y layar los cristales. Daba pena verlas, como vencidas por el peso frutal del vientre, dolorido por el continuo revolverse del feto, cuyas evoluciones y saltos se distinguían bajo la ropa. Pero las monjas les hacían trabajar: aquel ejercicio les era conveniente” (Burgos, 2010: 141).

 

Forzada a rezar y trabajar, Isabel conduce la vida llena de humillación bajo el control de las monjas y otras pacientes en una situación económica desfavorable. El espacio del hospital intensifica la desunión entre las mujeres, la falta de un objetivo en común y la diversidad de las vidas conducidas por las protagonistas. Lo que sí las une es el embarazo que, como solteras y pobres, tienen que esconder. La vergüenza provocada por las relaciones sexuales extraconyugales está vinculada con el hecho de ocultarlos, lo que puede verse reflejado en la descripción de la institución estatal cuyo objetivo es facilitar ayuda a las que la necesitan:

 

“En el centro, un poco más allá, estaban enclavadas la Casa de Maternidad, la Inclusa, los asilos de viejas cigarreras imposibilitadas; las cunas donde se albergaban los niños que se criaban sin el calor de la madre; parecía que se había agrupado todo hacia aquel lado para limpiar el núcleo dorado de la ciudad de sus miserias, del mismo modo que se arrojan los muertos lejos, a las afueras, para que la vista del Cementerio y sus emanaciones pútridas no conturben ni contaminen a los habitantes” (Burgos, 2010: 126-127).

 

En acuerdo con las observaciones de Rebecca Bender (2012: 87) se puede invocar en este momento la descripción hecha por Michel Foucault sobre el espacio heterotópico: la Casa de Maternidad, junto con la Inclusa, en el mapa de la ciudad sirven como representaciones de depravación femenina percibida por la sociedad patriarcal, pero su papel no se limita a meros símbolos o referentes. El funcionamiento del espacio heterotópico es la continuación de la política reguladora de toda la sociedad y esta, como anota Foucault, abarca la construcción de la ciudad, el plan de los edificios. El espacio tiene el poder de influir en el sujeto: la protagonista de Burgos pierde su nombre en los muros de la institución y desaparece en las historias de las demás. Como postuló Foucault (2006: 36), “la disciplina es del orden de la construcción (construcción en sentido lato)”: la construcción de la ciudad y de sus edificios puede disciplinar sus usuarios. La separación de la vida externa —es decir del espacio público y doméstico que no proporcionan felicidad a la protagonista de Burgos— constituye una ruptura en la trama y el momento, todavía no al fin de la rampa titular, cuando Isabel llega a entender la plenitud de la experiencia femenina en sus aspectos más drásticos.

Esto no quiere decir que esta sea universal en el marco de la novela: la autora deja bien claro que la interseccionalidad de la exclusión y de las disparidades imposibilitan la conciliación y la cooperación entre las mujeres de capas sociales diferentes. En acuerdo con esta visión “no hay formas neutras de sufrir sexismo” (Rodó-Zárate, 2021: 39). La observación de la investigadora no puede separarse de otra: la obra de Burgos también en este caso ofrece una crítica muy fuerte de las estructuras capitalistas y patriarcales que definen la jerarquía de los privilegiados. Todas las mujeres en la Casa de Maternidad sufren bajo la opresión del sistema, pero todavía sienten la necesidad de divisiones. El hecho de ser percibidas como perversas no une a las estigmatizadas, tal como no logró hacerlo la compartida miseria de la bata: aunque todas reciben cartas de “los Juanes”, como señala una de las protagonistas, su hijo “no es de un Juan cualquiera” (Burgos, 2010: 145). Las chicas de bata no quieren verse reflejadas en las historias de las demás. Pelean, denigran a las demás, juzgan y disciplinan a otras embarazadas, desvelando el miedo de la experiencia compartida, la adhesión desesperada al individualismo.

 

3.8. El espacio de las desviadas atrae

 

En el ejemplo de la ubicación de la Casa de Maternidad y la Inclusa se puede observar la manera de formar el espacio público y vincular su estructura con los roles sociales: son recursos que sirven para el desarrollo moral y personal de los habitantes de la ciudad, en acuerdo con el régimen y el ideal del gobierno y la cultura dominante. En los ojos de la sociedad las solteras que dan a luz en la Casa de Maternidad son desviadas, casi inútiles para los demás: se les ofrece el cuidado básico en las condiciones humillantes que deben recordarles su estigma y vergüenza. Aquí nos viene útil el término “abyecto”, acuñado por Julia Kristeva en su ensayo Pouvoirs de l'horreur (1980). El abyecto constituye una amenaza para el orden social, y como la autora escribe, no es por “la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas” (Kristeva, 2006: 11).

La separación de la Casa de la Maternidad y la Inclusa del resto de la ciudad se puede leer en esta luz como una medida protectora empleada por la administración de Madrid que a continuación tiene influencia significativa en la percepción de estas instituciones por los habitantes. La perversión de embarazadas solteras o privadas de recursos, forzadas a continuar con el embarazo, aumenta con su institucionalización: el hospital se convierte en un lugar al mismo tiempo necesario —por las condiciones de vida en el sistema capitalista y patriarcal— e indeseado por las mismas razones, que a pesar de su miseria, o quizás gracias a ella, incita fascinación. Lo confirman las visitas de “alguna señorona” o “algún periodista” (Burgos, 2010: 145-146) que obtienen el acceso de entrar en los edificios, motivados por curiosidad. La existencia de la Casa de Maternidad atrae y repulsa simultáneamente, transformándola en un terreno fronterizo, que revela la falsedad y fragilidad de la estructura social.

 

3.9. Espacio de control del cuerpo

 

Los que controlan las gestantes no son solamente ellas mismas y las monjas, pero también los médicos y, a través de estos, todo el discurso médico de aquella época. Los avances en las ciencias naturales y el desarrollo del conocimiento del cuerpo humano y sus discapacidades que tuvieron lugar en el siglo XVIII cambiaron los conceptos de la salud y de la enfermedad. Esta alteración de la actitud tuvo sus repercusiones en las estrategias de los países: el cuerpo humano se convirtió en un campo de batalla entre las fuerzas políticas, económicas, y sociales, para nombrar unos pocos. Como postula Foucault (1977: 5):

 

“Sostengo la hipótesis de que con el capitalismo no se pasó de una medicina colectiva a una medicina privada, sino precisamente lo contrario; el capitalismo, que se desenvuelve a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, socializó un primer objeto, que fue el cuerpo, en función de la fuerza productiva, de la fuerza laboral. El control de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente por la conciencia o por la ideología sino que se ejerce en el cuerpo, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista lo importante era lo biológico, lo somático, lo corporal antes que nada. El cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina es una estrategia biopolítica”.

 

Como es fácil observar en este caso, con la llegada y el desarrollo del capitalismo el cuerpo —el de la mujer de la manera aún más prominente— se vuelve una realidad fuera de la gestión propia. Son los demás: los representantes y los plenipotenciarios de la ciencia, del gobierno, de la administración, de la iglesia que ejercen control sobre los asuntos los más íntimos de la experiencia humana. La violencia del sistema no se manifiesta solamente en actos que hieren a los individuos de manera explícita, sino en una combinación de reglas, suposiciones y advertencias emitidas por un ente agresor. En el caso de la protagonista de Burgos la existencia de la institución estatal gratuita puede presentarse como un entorno de compasión, de ayuda, de caridad —y así se anuncia— que asiste en resolver un problema incómodo. Pero el embarazo extraconyugal no es un problema en sí. Son las normas de la sociedad patriarcal que disciplinan el comportamiento de los cuerpos, indicándoles las realizaciones correctas e incorrectas de sus deseos y necesidades, asistidas por el discurso científico, médico etc., que lo vuelven un obstáculo que en consecuencia requiere la involucración de siguientes instituciones, espacios y actos reparadores.

 

 

4. Conclusiones

 

 

La rampa de Carmen de Burgos ofrece una mirada sobre la manera en que las protagonistas femeninas experimentan el espacio de la ciudad: las calles, los sitios públicos compartidos con los hombres, las casas de vecinos, los espacios domésticos y cerrados. Aparte de la crítica explicita de la explotación de los cuerpos de las mujeres en el sistema patriarcal-capitalista expresada por la autora de la novela se puede observar la fragilidad de las categorías de género de aquel entonces y los variables innumerables que influyen en su definición. Los espacios de La rampa permiten subrayar los mecanismos de violencia que disciplinan el comportamiento de los personajes, sus elecciones y sus modos de identificarse. Burgos recrea un mundo oscuro y lleno de disparidades, destacando sus causas y consecuencias, donde las protagonistas femeninas no tienen derecho a satisfacción y vida plena.

Las discrepancias en la situación económica y los prejuicios clasistas son una fuente de malestar en los personajes de La rampa: como obrera indigente con un pasado burgués la protagonista principal nunca se siente suficientemente femenina. Paradójicamente, los desafíos de Isabel y las limitaciones en su vida derivan de su género atribuido, y también de otros componentes de su identidad como su edad u origen. La protagonista sufre a consecuencia de tener un cuerpo femenino capaz de concebir que le quita el control sobre su vida. Por otro lado, como lo demuestra el análisis del espacio cerrado de las mujeres estigmatizadas, a estas últimas su situación miserable no las une. Comparten el malestar del embarazo, pero el texto de Burgos no sugiere la existencia —o la necesidad— de la unión basada en la pertenencia a un grupo biológico; las pacientes en la Casa de Maternidad incluso fomentan las divisiones entre elles.

La noción de ser mujer en la novela es infaliblemente vinculada con la sexualización, opresión y perversión que se les atribuye por las circunstancias de la vida en el sistema capitalista y patriarcal. Burgos anota su presencia nociva en todas las etapas de la vida de sus protagonistas y en todos los lugares que ellas acceden. Tanto las casas privadas como los lugares compartidos (el comedor, los parques) e instituciones estatales fomentan la desdicha de las protagonistas de La rampa. En la mayoría de los casos los espacios domésticos están dominados por una cierta continuación de la opresión experimentada en el mundo exterior; existir en este, a su turno, es participar en un juego de apariencias despiadado.

 

 

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