Las
protagonistas de Astrid Lindgren: referentes ecofeministas
The female main characters of Astrid Lindgren: ecofeminist models
Raül Sánchez-Ballester |
Universidad de Alicante - España |
Recibido: 15-03-2024
Aceptado: 21-05-2024
Resumen
En este artículo nos proponemos
ofrecer un análisis desde el ecofeminismo de las tres
obras protagonizadas por Pippi Calzaslargas
y Ronia, la hija del bandolero de
Astrid Lindgren porque sus protagonistas pueden
llegar a ser referentes para jóvenes lectoras y lectores. Así pues,
analizaremos como actúan ante una sociedad que intenta oprimirlas y dominarlas
a partir de los roles de género y los dualismos de Val Plumwood.
Asimismo, observaremos cómo se representan las relaciones de interdependencia
entre todos los seres vivos de las obras y la relación de ecodependencia
entre las protagonistas y el entorno natural.
Palabras clave:
Astrid Lindgren, Pippi Calzaslargas, Ronia,
ecofeminismo, interdependencia, ecodependencia, rol de género.
Abstract
In
this paper we aim to offer an ecofeminist analysis of the three novels starring
Pippi Longstocking and Ronja, the Robber’s
Daughter from Astrid Lindgren because their main characters can become role
models for young readers. Thus, we will analyse the way they act in a society
that tries to oppress and dominate them because of the gender roles and Val Plumwood’s dualisms. Moreover, we will observe how these
works represent the interdependent relationships between all the living beings
and the ecodependent relationship between the main
characters and the environment.
Keywords: Astrid
Lindgren, Pippi Longstocking, Ronja, ecofeminism,
interdependence, ecodependence, gender role.
Este artículo tiene como objetivo analizar las obras
de la escritora Astrid Lindgren protagonizadas por
personajes femeninos como Pippi Calzaslargas
y Ronia porque creemos que pueden convertirse en
referentes para jóvenes lectores y lectoras por su relación y el respecto que
muestran hacia la naturaleza, por romper con los roles de género y alzar la voz
ante las injusticias. Como indica Kerslake (2021), la
literatura infantil y juvenil tiene el poder de concienciar a los más jóvenes
de su responsabilidad en el bienestar de la naturaleza y todos los seres vivos.
El análisis será posible gracias a la perspectiva del ecofeminismo,
puesto que nos ofrece unos conceptos y planteamientos teóricos que nos
permitirán observar cómo son tratadas en estos clásicos de la literatura
infantil y juvenil cuestiones como los roles de género, el sexismo, el especismo o nuestra relación con la naturaleza y el mundo
más que humano.
En la primera parte del artículo se realiza una
revisión de los conceptos y las principales ideas del ecofeminismo
y, en concreto, de la tendencia constructivista. Una vez establecido el marco
conceptual, se expondrán algunos datos de la bibliografía de Astrid Lindgren así como su obra literaria. En la segunda parte,
expondremos brevemente la metodología que se utilizará para llevar a cabo el
análisis. Cabe destacar que analizaremos desde el ecofeminismo
las tres obras protagonizadas por Pippi Calzaslargas y la de Ronia,
la hija del bandolero y nos centraremos en cómo son representados los roles
de género, los dualismos de valor jerarquizantes, la
interdependencia y la ecodependencia.
Antes de analizar las obras de Lindgren
y la función que pueden tener sus personajes en la educación, hay que
introducir la teoría ecofeminista. El término que denomina esta corriente de
pensamiento fue creado por la feminista francesa Françoise d’Eaubonne
en su obra Le féminisme ou
la mort del año 1974[1].
Eaubonne observó que la preocupación ecologista por
el agotamiento de los recursos naturales a causa del aumento exponencial de la
población mundial podía ser solucionada si se permitía a las mujeres decidir
sobre si querían ser madres o no y cuando, como pedían las feministas (Puleo, 2019). En otras palabras, relacionó el ecologismo y
el feminismo a partir de la demanda compartida por el control de la natalidad.
En su momento y años más tarde con la publicación de Eco-Féminisme
(1978). Las relaciones entre el ecologismo y el feminismo que
estableció Eaubonne fueron ridiculizadas (Puleo, 2011), pero diversas filósofas y autoras siguieron
desarrollando sus tesis y estableciendo más conexiones entre ambas corrientes
de pensamiento.
Respecto al ecofeminismo en
la actualidad, cabe subrayar que no es una corriente unitaria, sino que hay
diferentes tendencias que defienden formas distintas de explicar la relación
entre la mujer y la naturaleza. Sin embargo, comparten algunos aspectos como,
por ejemplo, la denuncia al androcentrismo en la ciencia y la historia (Plumwood, 1993) y la visión que la opresión ejercida por
los hombres a las mujeres y a la naturaleza se basa en el mismo patrón de
funcionamiento (Gaard, 1993). De igual modo, se
explicarían el resto de tipos de dominación del hombre hacia todas aquellas
personas y seres que son diferentes a él (Harvester y
Blenkinsop, 2010).
Volviendo a la idea de la existencia de diferentes
tendencias ecofeministas, Puleo
(2011: 29) explica que “el ecofeminismo es plural
porque es teoría y práctica fuertemente ligadas a las experiencias vitales. Por
eso, quizás, se ha podido decir que hay tantos ecofeminismos
como teóricas ecofeministas”[2].
No obstante, se ha intentado establecer y describir ciertas tendencias a partir
de similitudes y los puntos en común que comparten diferentes autoras.
Para este análisis, nos centraremos en las ideas del ecofeminismo constructivista que nace como respuesta al ecofeminismo esencialista[3].
Esta tendencia explica que los roles de género y las funciones asignadas a
estos son un constructo social a través del cual se ha justificado la opresión
y el vínculo entre mujer y naturaleza[4].
Una de sus máximas representantes es Val Plumwood y
su obra Feminism and the mastery of nature (1993), en la que argumenta que la
sociedad patriarcal y capitalista concibe la realidad a través de dualismos de
valor jerarquizantes en los que uno de los elementos
es considerado como superior mientras que se devalúa al otro. Entre los
dualismos que expone Plumwood (1993: 43) destacan
cultura/naturaleza, razón/naturaleza, masculino/femenino, mente/cuerpo
(naturaleza), humano/naturaleza (no-humana), civilizado/primitivo (naturaleza),
universal/particular y producción/reproducción (naturaleza)[5],
entre otros. Asimismo, Herrero (2017: 23) añade el dualismo “adulto/infante”
con el que se ha perpetuado una forma adultocentrista
de entender el mundo. En síntesis, se ha privilegiado los primeros elementos de
estos dualismos respecto a los segundos que han sido infravalorados y, a causa
de esto, se ha justificado que el hombre adulto domine a la mujer y la
naturaleza.
Del mismo modo, Karen J. Warren (1994a) también ha
teorizado sobre el ecofeminsimo con la exposición de
las ocho formas de estudiar las conexiones entre el feminismo y el medio
ambiente. En primer lugar, están aquellos que analizan el origen y las causas
de la dominación de la mujer y la naturaleza desde la historia. En segundo
lugar, encontramos estudios como los de Plumwood
(1993) que explican las bases conceptuales con las que se ha justificado esta
opresión. En tercer lugar, destaca las ecofeministas
que se basan en la experiencia como Shiva (1998) que expone las consecuencias
que ha tenido para las mujeres y la naturaleza la substitución de los cultivos
tradicionales en India. En cuarto lugar, están aquellos trabajos que
desarrollan una epistemología ecofeminista. En quinto lugar, ecofeministas como Daly (1978) y
Griffin (1978) exploran la capacidad del ecofeminismo
para crear símbolos y lenguajes. En sexto lugar, autoras como Warren (1994b)
analizan las relaciones éticas. En séptimo lugar, todas las formas anteriores
han provocado que coexistan diferentes posturas filosóficas y teoréticas en el ecofeminismo. Finalmente, el último tipo de ecofeminismo consiste en la parte más práctica y política
que está estrechamente relacionada con el activismo social.
Otra tesis fundamental del ecofeminismo
es la necesidad de superar la concepción androcéntrica y antropocéntrica de la
realidad a partir de la toma de conciencia de nuestra ecodependencia
e interdependencia (Herrero, 2015). En otras palabras, terminaremos con la
desigualdad producida por los dualismos si somos conscientes de que dependemos
de la naturaleza porque nos aporta todo aquello que necesitamos para sobrevivir
y de otras personas que dedican su tiempo para cuidarnos. Es por eso por lo que
autoras como Warren (1994b) han reflexionado sobre la ética del cuidado y,
especialmente, sobre la ética medioambiental que implica extender el cuidado a
los animales y a la naturaleza. En relación con la interdependencia, el cuidado
ha sido un trabajo invisibilizado porque no produce
beneficios económicos y asignado a las mujeres[6]
por los roles de género.
Astrid Anna
Emilia Ericson, más conocida como Astrid Lindgren, es una de las autoras de literatura infantil y
juvenil más reconocidas en todo el mundo. Esta escritora nació en una granja de
Näs, al sud de Suecia, en el año 1907. Por este
motivo, creció rodeada de naturaleza y los paisajes de la provincia de Småland la inspiraron en su obra literaria. Lindgren comentó que la infancia fue la etapa más feliz de
su vida (Klibanski, 2002) y fue en este momento vital
cuando hizo sus primeros acercamientos al mundo de la escritura trabajando para
un diario local. Sin embargo, esta etapa acabó abruptamente cuando quedó
embarazada fuera del matrimonio y, por la moral conservadora del momento, tuvo
que trasladarse a Estocolmo para poder tener a su hijo (Klibanski,
2002).
Más adelante, Lindgren se
convirtió en una persona muy influyente que luchó contra las injusticias
mundiales como las guerras y jugó un papel clave a favor de la legislación de
los derechos de la infancia y los derechos de los animales[7]
(Nikolajeva, 2017). Su forma de ser y actuar se
refleja en su obra literaria, puesto que está protagonizada por niñas y niños
alejados de los estereotipos masculinos y femeninos que “se enfrentan a un
mundo imperfecto dentro del cual ellos consiguen sobreponerse” (Klibanski, 2002: 64).
Su trayectoria empezó en el año 1944 con la
publicación Cartas de Britta Mari, pero no fue
hasta el año siguiente con Pippi Calzaslargas[8] que consiguió un
gran éxito y el reconocimiento con el primer premio del concurso la editorial Rabén & Sjögren. Uno de los
motivos de su éxito es que, en sus obras, Lindgren
“habla y escribe desde la perspectiva infantil” (Klibanski,
2002: 64) y fomenta una nueva concepción de los niños y las niñas basada en el
respeto hacia su individualidad y no en la obediencia como había sido hasta el
momento (Scott, 2011). Otro aspecto relevante es que sus cuentos y novelas han
sido traducidas a más de ochenta lenguas (Nikolajeva,
2017) y que ha sido una autora muy estudiada. Una buena muestra son la
dedicación de un volumen de la revista de literatura infantil Barnboken (Warnqvist,
2012) después de la celebración de un ciclo de conferencias en Estocolmo en
conmemoración del centenario de su nacimiento y el libro Beyond
Pippi Longstocking. Intermedial and International Approaches
to Astrid Lindgren’s Work
(Kümmerling-Meibauer y Surmatz,
2011), que estudia la recepción de la autora, de sus obras y de sus diversas
adaptaciones a nivel internacional. Concretamente, sus historias han sido
transformadas en obras televisivas, cinematográficas y teatrales e incluso en
algunos países son más conocidas estas nuevas versiones que los libros[9]
(Nikolajeva, 2017).
No obstante, sus obras también tuvieron fuertes
detractores. Por ejemplo, al principio, la recepción en España fue escasa y, a
pesar de que la primera edición de Pippi Calzaslargas en castellano es de 1962,[10]
cuando Lindgren ya había ganado el prestigioso premio
Hans Christian Andersen, no tuvo cierto éxito hasta la emisión de la adaptación
televisiva en 1974. Como explican Cañamares y Cerrillo (2007: 11) los libros de
Lindgren en España “fueron silenciados por la prensa
y, en general, por el mundo de la educación, quienes, en un país que vivía bajo
un régimen totalitario, veían los libros de Lindgren,
especialmente Pippi, como un serio peligro
para las mentes infantiles a quienes iban dirigidos”.
Para realizar el análisis propuesto para este
artículo, nos centraremos en la trilogía protagonizada por Pippi
Calzaslargas compuesta por Pippi
Calzaslargas (1945), Pippi
se embarca (1946) y Pippi en los mares
del Sur (1948) y en la última novela de esta escritora, Ronja,
la hija del bandolero (1981), porque sus protagonistas son buenos
ejemplos de niñas que luchan por alzar su voz contra las injusticias y contra
los adultos que las menosprecian. Por un lado, la colección protagonizada por Pippi narra las aventuras de una niña que vive con un
caballo y un mono. La historia empieza con su llegada a Villa Villekulla y conoce a sus vecinos Tommy y Annika hasta que vuelven de la isla Kurrekurredutt
donde su padre reina. Es por eso por lo que, constantemente, su forma de vivir
y entender el mundo que la rodea es cuestionada por los adultos de la ciudad.
Por otro lado, Ronia,
la hija del bandolero narra la historia de la única hija de Lovis y Mattis que es el jefe de
una tropa de bandoleros. La novela empieza con el nacimiento de Ronia y, desde este momento, se narra su desarrollo como
persona independiente que explora sola el bosque que la rodea y cuestiona las
órdenes y las ideas de su padre. Un claro ejemplo de esto es que defenderá que,
a diferencia de las creencias de su padre, no son tan diferentes al clan de
bandoleros de los Borka y acabará huyendo con Birk, el hijo del jefe de esta tropa, al bosque.
Para llevar a cabo el análisis de las obras de Astrid Lindgren protagonizadas por Pippi
Calzaslargas y Ronia desde
el ecofeminismo, tendremos en cuenta la
representación de los roles de género y aplicaremos el concepto de la lógica de
la dominación introducido por Warren (1994b). Para el ecofeminismo,
la lógica de la dominación es la base explicativa que relaciona todos los
marcos conceptuales opresivos utilizados para justificar la subordinación de
las mujeres y la naturaleza, entre otros.
Esta implica todo un sistema de valores jerárquicos y
una estructura de dualismos de valor. Por este motivo, será necesario aplicar
la teoría de los dualismos de valor jerarquizantes de
Plumwood (1993) y tener en cuenta los ocho tipos de ecofeminismo expuestos por Warren (1994a).
Al mismo tiempo, analizaremos las relaciones que hay
entre las protagonistas y el resto de los personajes y entre ellas y la
naturaleza a partir de la aplicación de los conceptos de interdependencia y ecodependencia (Herrero, 2015) que están relacionados con
la ética del cuidado y la medioambiental de Warren (1994b).
En relación con las novelas, conviene remarcar que
estudiaremos la bibliografía especializada sobre la autora y las ediciones del
2020 de la editorial Kókinos de Pippi
Calzaslargas, Pippi
se embarca y Pippi en los mares del Sur y
la del 2022 de Ronia, la hija del bandolero[11] de la misma
editorial.
Las protagonistas de Astrid Lindgren
rompen con los roles de género designados por la sociedad patriarcal a las
mujeres y, concretamente, a las niñas. En el caso de Pippi,
ella es descrita como una niña valiente, fuerte y autónoma que vive sin la
supervisión de adultos porque su madre murió después de su nacimiento y su
padre naufragó y se convirtió en rey de la isla de Kurrekurredutt.
Esto la diferencia de sus vecinos Annika y Tommy, que
representan los roles de género a la perfección (Natov,
2011; Rudd, 2011). Por un lado, Annika
es presumida y miedosa: “siempre llevaba unos vestiditos de algodón muy bien
planchados que tenía mucho cuidado en no ensuciar” (Lindgren,
2020a: 13-15) y “—¿Y yo qué? —se quejó Annika—. Yo no
me atrevo a ser pirata” (Lindgren, 2020b: 95). Por
otro lado, Tommy es caracterizado como un niño valiente que intenta no
mostrarse nunca vulnerable porque los roles de género exigen que el hombre no
puede mostrarse frágil ni compasivo, sino fuerte y violento (Puleo, 2019): “Tommy era valiente. Tampoco le daba miedo
adentrarse en el tronco oscuro” (Lindgren, 2020a:
66), “Tommy no quería mostrar que tenía miedo” (Lindgren,
2020a: 133) y “La verdad es que él también quería llorar. Pero eso no lo podía
hacer. Le dio otra patada a otra piedra” (Lindgren,
2020b: 131). Incluso cree que llorar es una forma de hacer el ridículo y
reprocha a su hermana por hacerlo: “—¡No llores! —le dijo Tommy enfadado—. ¡Nos
vas a dejar en ridículo delante de todos!” (Ibídem: 130).
Por lo que se refiere a Pippi,
la particularidad con la que se diferencia sobre el resto de los personajes es
la fuerza. Desde su primera aparición, la voz narradora hace referencia a esta
característica: “Era tan tremendamente fuerte que no había, en todo el mundo,
ni siquiera policía tan fuerte como ella. Podía levantar un caballo si quería”
(Lindgren, 2020a: 13). De hecho, Pippi
demuestra que es más fuerte que cualquier policía cuando estos intentan
llevársela a la fuerza a un hogar infantil. Cuando Pippi
llega a la ciudad, la sociedad cuestiona su autonomía y deciden, sin
consultárselo, que no puede vivir sola en Villa Villekulla:
“[…] todo el mundo en la pequeña ciudad supo que una
niña de nueve años vivía completamente sola en Villa Villekulla.
Los adultos opinaban que aquello era totalmente inaceptable. Los niños
necesitaban a alguien que les diga lo que deben hacer, decían, y deben ir a la
escuela para aprender las tablas de multiplicar. Por eso, los adultos
decidieron que la niña de Villa Villekulla tenía que
ir de inmediato a vivir a un hogar infantil.” (Ibídem: 35)
Pippi se ve obligada a defender su modo de
vida y de entender el mundo contra unos adultos que intentan dominarla[12]
y civilizarla para que se convierta en una ciudadana más al servicio del poder
establecido. Cuando llegan los policías, después de una persecución por toda la
casa, ella demuestra su gran fuerza echándolos de su casa: “Agarró a los dos
policías por el cinturón, los llevó en volandas por el camino de grava, cruzó
la cancela y los puso de patitas en la calle” (Lindgren,
2020a: 41). Como resultado, observamos una Pippi que
lucha con confianza contra la opresión que la sociedad intenta ejercer sobre
ella (Tholander, 2016) con el pretexto de los
dualismos “civilizado/primitivo (naturaleza)”, “universal/particular” (Plumwood, 1993: 43) y “adulto/infante” (Herrero, 2017: 23).
Pippi trasgrede estos dualismos porque lucha contra
el marco conceptual opresivo (Warren, 1994b) de una sociedad que la quiere
dominar por no adaptarse al rol establecido para una niña de su edad. Ella
actúa contra los adultos que intentan imponerle una manera de comportarse y
ningunean su particular forma de entender y relacionarse con el mundo. Por eso,
es un ejemplo del ecofeminismo político o práctico
(Warren, 1994a), ya que lucha contra la dominación a través de la acción.
De la misma forma, Pippi
demuestra su gran poder durante una representación de circo con sus amigos y se
enfrenta a Adolf el forzudo[13].
Desde un principio, Pippi se muestra segura, pero
Tommy y Annika intentan convencerla para que desista
porque no creen que pueda hacer nada contra él: “—Pero ¡cómo le vas a vencer
tú! —exclamó Annita—. ¡Si es el hombre más fuerte del
mundo! —El hombre, sí —replicó Pippi—. Pero yo soy la
niña más fuerte del mundo, ¡tenlo en cuenta!” (Lindgren,
2020a: 87). El director del circo
también la infravalora cuando dice “Este no es sitio pagga
bgromas” (Lindgren, 2020a:
88), pero ella no se acobarda y, rápidamente, consigue derrotar a Adolf el
forzudo: “Cuando Adolf el forzudo la embistió por tercera vez, Pippi lo levantó por los aires y lo llevó en brazos a dar
una vuelta por la pista. Después lo volvió a tumbar en la estera y lo
inmovilizó con firmeza contra el suelo” (Ibídem: 89).
Los ladrones son otro ejemplo de adultos que, en dos
ocasiones, subestiman las capacidades de Pippi por
ser una niña e intentan aprovecharse de su situación. En primer lugar, poco
tiempo después de llegar a Villa Villekulla, dos
ladrones se fijan que Pippi vive sola y que tiene
muchas monedas de oro. Por eso, intentan engañarla, pero el plan no acaba
realizándose como ella esperaban:
“[…] ¿dónde guardas el dinero que tenías en el suelo?
—En la maleta que hay encima del armario —dijo Pippi
con toda franqueza. Los ladrones sonrieron. —Espero que no tengas nada en
contra de que lo cojamos, amiguita —dijo Karlsson
Trueno. —¡No, nada! —dijo Pippi—. ¡En absoluto! Blom fue al armario y bajó la maleta. —Y yo espero —dijo
entonces Pippi levantándose de la cama y acercándose
a Blom— que no tengas nada en contra que lo recupere,
amiguito. Blom no llegó a saber cómo ocurrió, pero un
segundo después la maleta estaba en la mano de Pippi.”
(Lindgren, 2020a: 96-97)
La segunda ocasión ocurre durante la estancia de Pippi en Kurrekurredutt. Unos ladrones intentan robarle a ella y al
resto de niñas y niños de la isla unas perlas aprovechando que todos los
adultos se han ido a otra isla cercana a por alimento. Esta nueva pareja de
ladrones comete el mismo error que la anterior, ya que piensan que será muy
sencillo arrebatarles las perlas: “Esto va a ser pan comido” (Lindgren, 2020c: 90). Sin embargo, acaban “magullados,
tirados sobre la roca” (Ibídem: 102).
En los cuatro ejemplos anteriores, Pippi
es infravalorada por ser niña, pero en algunas ocasiones también es subestimada
por ser mujer. Como muestra, destaca el pasaje en el que un posible comprador
de Villa Villekulla muestra alegría cuando le dicen
que la casa es propiedad de una mujer. Él cree que, por esa razón, podrá
comprarla por muy poco dinero: “¿Así que es de una mujer esta casa horrenda?
Mejor. Las mujeres no entienden de negocios. Seguramente se la sacaré por una
minucia” (Ibídem: 18). La respuesta de este personaje se basa en una concepción
androcéntrica de la mujer como “Alteridad que no podía realizar las tareas
humanas consideradas superiores” (Puleo, 2019: 70)
que, en este caso, corresponden a la economía y a los negocios. Estas
actividades de la esfera pública han estado asociadas al hombre por los roles
de género (Puleo, 2019) al mismo tiempo que se ha
relegado a la mujer a la esfera privada y, en consecuencia, al cuidado (Puleo, 2013; Spivak, 1994).
Cosa distinta es la concepción que el padre de Pippi tiene de su hija. Él es el único adulto que la trata
como una igual y no menosprecia sus capacidades. No solo reconoce que es más
fuerte y mejor marinera que él (“Sin duda, niña, eres más fuerte que yo” (Lindgren, 2020b: 124) y “Mejor marinero que mi hija no se
ha visto jamás en los siete mares” (Lindgren, 2020c:
70)), sino también confía plenamente en sus decisiones. Una buena muestra de
ello es cuando Pippi decide no irse con él a la isla
de Kurrekurredutt porque prefiere quedarse en Villa Villekulla y él respeta plenamente su decisión.
Con referencia a Ronia,
la hija del bandolero, observamos que Mattis, el
padre de Ronia, no menosprecia a su hija por ser
mujer, ya que desde su nacimiento la proclama como la futura jefe del clan de
bandoleros: “Aquí tienes al nuevo jefe de los bandoleros” (Lindgren,
2022: 14). Sin embargo, la llegada de Ronia simboliza
el comienzo de una nueva era para el clan porque se opondrá al destino que su
padre ha reservado para ella (Kurwinkel y Schmerheim, 2011). Ronia quiere
acabar con el bandolerismo y se niega a seguir con la tradición familiar porque
no quiere hacer daño a otras personas: “—¡Yo! —gritó Ronia—.
¡Jamás en la vida!¡No, si otros se enfadan y lloran!” (Lindgren,
2022: 65). Pero su padre se muestra intransigente: “Mi padre era jefe de
bandoleros, al igual que mi abuelo y mi bisabuelo, ya lo sabes. Y yo he seguido
sus pasos. Yo también soy jefe de bandoleros. El más poderoso de todas estas
montañas y bosques. ¡Y tú también lo vas a ser, mi Ronia!”
(Ibídem). Por tanto, a diferencia del padre de Pippi,
Mattis no concibe a Ronia
como una igual y se esfuerza por mantener el dualismo de “adulto/infante”
(Herrero, 2017: 23).
A partir de este momento, Ronia
luchará por un modo de vida alejado de la violencia del bandolerismo y centrado
en la empatía. Acerca de la profesión de Mattis,
conviene remarcar que el bandolerismo es una “reafirmación de la virilidad
patriarcal” (Puleo, 2019:106) y de los dualismos de
valor jerarquizantes al igual que la caza y otras
prácticas violentas de opresión. Los bandoleros conceptualizan al otro, la
víctima, como un ser inferior y ajeno. El ejemplo más significativo corresponde
al momento en que Mattis captura a Birk, el hijo del jefe del clan enemigo. Desde un primer
momento, lo animaliza para mostrar que no es un igual y justificar su maltrato:
“¿Quién ha hablado de personas? —dijo Mattis y su voz
era irreconocible—. He atrapado una cría de serpiente, un piojo, un
insignificante ladronzuelo” (Lindgren, 2022: 122). Plumwood (1994: 21) explica que el antropocentrismo concibe
la naturaleza y los animales como instrumentos para saciar las necesidades
humanas: “the backgrounding of nature is the denial of
dependence on biospheric processes, and a view of
humans as apart, outside of nature, which is treated as a limitless provider
without needs of its own”. Es por eso por lo que Mattis concibe al hijo
del enemigo como un animal. El resto de los bandoleros se ríen y se alegran al
ver a Birk “tirado en un rincón, atado de pies y
manos, con sangre en la frente y desesperación en los ojos” (Lindgren, 2022: 121) a diferencia de Ronia
que levanta la voz contra su padre llamándole “¡Monstruo!” (Ibídem) y Lovis, su madre, que se enfrenta a la violencia de su
marido para curar las heridas de Birk: “Cría de
serpiente o no, esta herida hay que limpiarla” (Lindgren,
2022: 123). Es necesario recalcar que este no es el único momento en que Ronia y Lovis intentan que el
clan deje de usar constantemente la violencia:
“—¡La niña tiene más juicio que tú, Mattis!
Esto solo puede acabar en sangre y desgracia, ¿y para qué servirà?
Mattis se indignó al ver como Ronia y Lovis se ponían en su
contra.
—¡Para qué servirá! —gritó—. ¿Para qué servirá? Para
que Borka se largue de una vez de mi castillo. ¿No lo
podéis entender, par de tontas?
—¿Y tiene que hacerse derramando sangre? ¿Tenéis que
acabar todos muertos para que os rindáis? —preguntó Ronia
—. ¿No hay otra manera?” (Ibídem: 117)
A pesar de insistir más de una vez, Ronia tendrá que rebelarse contra su padre y contra la
violencia que ejerce para conseguir el fin de los hurtos y de la enemistad
entre clanes (Natov, 2011). Justo en el momento en
que Mattis negociaba con Borka
para devolverle a su hijo, cada uno desde un lado de la Grieta del Infierno, Ronia decide saltar al lado del clan enemigo para derrumbar
los planes de su padre:
“[…] echó a correr y cruzó de un salto la Grieta del
Infierno. Mattis la vio en pleno vuelo y un grito
salió de él. Era un grito como el que dan los animales salvajes antes de morir,
y a todos sus ladrones se les heló la sangre porque jamás habían oído nada como
aquel grito en toda su vida. Y vieron a Ronia, su Ronia, al otro lado del abismo, junto al enemigo.” (Lindgren, 2022: 126).
Con el salto, Ronia rompe
por completo con el dualismo “adulto/infante” que añade Herrero (2017: 23) y,
también, con la relación entre padre e hija, puesto que para Mattis el desafiamiento de su
autoridad implica que Ronia deje de ser su hija: “Ven
a buscar a tu hijo —dijo Mattis—. Pero no puedes
devolverme a mi hija. Porque no tengo ninguna hija” (Lindgren,
2022: 128). Por este motivo, Ronia decide irse a
vivir al bosque con Birk hasta que, con la llegada
del invierno, Mattis suplica a su hija que vuelva a
casa: “¡Te lo ruego con todo mi corazón, Ronia,
vuelve a casa conmigo!” (Ibídem: 204). A partir de este momento, vemos un Mattis diferente porque acepta a Birk,
deja atrás la enemistad con el clan de los Borka para
colaborar con ellos y empieza a tratar a su hija como una igual, alguien que
puede tomar sus propias decisiones. Ronia es la única
que tiene poder de decisión sobre su vida y su futuro.
Como explica Puleo (2019:
58) “una cultura ecológica de la igualdad exige el reconocimiento de las
mujeres como sujetos con poder de decisión sobre su propia vida”. Mattis acaba aceptando la decisión de su hija de no seguir
con el bandolerismo como le comenta a Borka: “Cuando
tú y yo ya no estemos, me parece que tu hijo será el jefe. Porque esa hija mía
no quiere serlo, y cuando ella dice que no, es que no” (Lindgren,
2022: 223). Ahora bien, Birk tampoco quiere serlo y
delante de todos lo jura: “Entonces Birk se levantó y
se situó donde todos pudieran verlo. Alzó la mano derecha y juró solemnemente
que, pasara lo que pasara, nunca sería ladrón” (Ibídem). Después de todo,
gracias a la valentía de Ronia, que cuestiona a su
padre, se consigue abandonar la violencia y apostar por una nueva forma de vida
a partir de la universalización de valores como la empatía, la vulnerabilidad y
la no-violencia que habían estado categorizados como femeninos y devaluados por
la sociedad patriarcal (Herrero, 2015; Herrero, 2017).
La importancia de los cuidados y la interdependencia
existente entre todos los seres humanos es un aspecto que las protagonistas de
Astrid Lindgren tienen claro y demuestran con sus
acciones. Una buena muestra de ello es Ronia. Como
hemos avanzado en el apartado anterior, ella y su madre son las únicas del clan
que se preocupan por el estado de salud de Birk,
cuando este es prisionero de Mattis, y tienen claro
que es necesario curarle las heridas. De hecho, Ronia
ya le había ayudado con anterioridad dándole comida para sobrevivir: “Todas las
mañanas bien temprano, mientras duró el invierno, se reunía con Birk en los pasadizos del sótano y lo mantenía con vida
llevándole comida de la despensa de Lovis” (Lindgren, 2022: 99). Desde que se conocen, Ronia y Birk, son conscientes que
son interdependientes y que, por eso, dependen el uno del otro. De hecho, se
ven forzados a salvarse mutuamente en diferentes ocasiones[14],
puesto que como indican Kurwinkel y Schmerheim (2011: 88) su relación se basa en un “meet
and rescue framework: every time the children meet they are forced to rescue
each other out of dangerous situations”.
Aunque ella y él ya reconocían su interdependencia
antes (“¿Cuántas veces vas a salvarme la vida, hermana? —Tantas veces como tú
la mía —dijo Ronia—.” (Lindgren,
2022: 101)), esta se hace más evidente cuando se van a vivir juntos al bosque.
Durante su etapa en la Cueva del Oso, Ronia pone en
práctica los remedios curativos que había aprendido de Lovis:
“—Lovis —dijo Ronia
pensativa— pone musgo blanco seco cuando sale sangre. Habrá que ir a buscar un
poco para tener reserva, para cuando vuelvas a cortarte la pierna” (Ibídem:
153). En el Castillo de Mattis, Lovis
es la encargada del cuidado de todos los bandoleros. Un ejemplo significativo
es cuando cuida al viejo Skalle-Per durante sus
últimos días: “Lovis hacía lo que podía al respecto.
Le llevaba sopa caliente y reconfortante y otras cosas que a Skalle-Per le gustaban” (Ibídem: 230). El cuidado siempre
ha sido un trabajo menospreciado porque no produce beneficios económicos y
relegado a las mujeres (Spivak, 1994)[15].
Es por eso por lo que Mattis recrimina a Lovis no estar con su hija cuando está enferma: “Mujer,
¿por qué no estás junto a tu hija enferma?” (Ibídem: 82). Esta concepción de
los cuidados como tareas exclusivas de las mujeres cambia entre la generación
más joven, puesto que Ronia le enseña a Birk las propiedades curativas del musgo blanco durante su
etapa viviendo en el bosque porque se dan cuenta de lo vulnerables que son como
humanos y de lo imprescindibles y necesarias que son estas tareas.
No obstante, la mayor muestra de reconocimiento de la
interdependencia entre todos los personajes es cuando se resuelve el conflicto
principal de la novela: la enemistad entre los dos clanes de bandoleros. El
viejo Skalle-Per propone a Mattis
unir los dos clanes para ayudarse mutuamente porque “una única y fuerte banda
de ladrones podría ser capaz de mantener a raya al alguacil y a todos sus
soldados, pero nunca dos bandas separadas que pierden la mayor parte de su
tiempo engañándose y peleándose” (Ibídem: 214). Incluso a Borka
le parece una buena idea: “¡Por una vez en tu vida has dicho algo inteligente, Mattis! ¡Una fuerte banda de ladrones, eso sería genial!” (Ibídem:
216). Y todo es gracias a Ronia y Birk
que sirvieron de ejemplo para sus progenitores cuando dejaron atrás las
diferencias familiares para ayudarse y hacerse amigos.
En Pippi Calzaslargas, queda también reflejada la
interdependencia entre los personajes, ya que Pippi
se preocupa por los demás y los ayuda cuando están en peligro. Como caso
típico, está el pasaje en que rescata a dos niños de las llamas, aunque nadie
confiaba en ella: “¿Y para que serviría?” (Lindgren,
2020a: 119). También, entretiene a aquellas personas que tienen un mal momento
para evitar que piensen en ello. Una buena muestra de esto es cuando la tía
Laura visita a Tommy y Annika. Ella comenta “Estoy
muy nerviosa y me afecta todo” (Lindgren, 2020c: 26).
Por este motivo, Pippi empieza a interrumpir
constantemente a la tía Laura para que no piense en sus problemas y, aunque al
principio ella se enfada, después se lo agradece: “—Adiós, amiguita —dijo—.
Tienes razón. Creo que ahora me encuentro mucho mejor y ya no estoy tan
nerviosa” (Ibídem: 31).
Del mismo modo que Lovis
cuidaba de todos los bandoleros cuando estos enfermaban, Pippi
hace lo mismo con sus amigos en el momento en que enferman de sarampión. En
primer lugar, los entretiene cada día desde la ventana: “Habrían sido dos
semanas muy aburridas si no hubiera sido por Pippi.
Iba a visitarlos todos los días y hacía para ellos todo tipo de piruetas y
acrobacias delante de su ventana” (Ibídem: 54). En segundo lugar, cuando se
están recuperando, pero han perdido el apetito, ella les insiste que coman:
“Tienes que comerte esas gachas tan buenas porque, si no te las comes, no crecerás
ni te harás grande y fuerte” (Ibídem: 56-57). Por esta razón, la madre de Tommy
y Annika confía plenamente en Pippi
cuando sus hijos se van con ella a la isla de Kurrekurredutt:
“Los niños han estado enfermos y el doctor ha dicho que necesitan un cambio de
aires. Y desde que conozco a Pippi hasta ahora nunca
ha hecho nada que perjudicara a Tommy y Annika. Todo
lo contrario: nadie puede ser más cariñosa con ellos que Pippi”
(Ibídem: 66). De hecho, Pippi tiene siempre en cuenta
los sentimientos de Tommy y Annika. Por ejemplo,
cuando se iba a ir a vivir con su padre, ella decide no irse por ellos: “No
soporto que una sola persona en la tierra verde de Dios llore y este triste por
mi culpa. Y menos aún Tommy y Annika. ¡Volved a poner
la pasarela! Me quedo en Villa Villekulla” (Lindgren, 2020b: 134).
Con estas acciones, Pippi y Ronia se muestran como personas que ponen como eje
fundamental de sus relaciones los valores ecofeministas
de afecto, de respeto, de amistad y confianza de la ética del cuidado que, como
indica Warren (1994b: 82), “pasan inadvertidos, desestimados o tergiversados en
las éticas tradicionales”. Además, se convierten en modelos a seguir para otros
personajes. Por ejemplo, los padres de Ronia y Birk acaban asumiendo su vulnerabilidad y adoptan estos
valores para ayudarse los unos a los otros. De este modo, conciencian a su
comunidad sobre la interdependencia humana y sobre la importancia de
responsabilizarse, tanto hombres como mujeres (Antón, 2017), del bienestar del
resto de personas y seres, ya que extienden los cuidados a los animales y el
entorno natural (Warren, 1994b) como veremos a continuación.
En las obras de Astrid Lindgren,
la naturaleza tiene un papel destacado porque “nature and
the sensations evoked by nature are so closely related to her childhood
memories, that Lindgren hardly mentions situations where nature is excluded” (Kümmerling-Meibauer,
2011: 89). Por ejemplo, una gran parte de las aventuras protagonizadas por Pippi Calzaslargas transcurren en
la naturaleza, que es descrita positivamente y genera alegría entre Pippi, Tommy y Annika: “El sol
brillaba maravillosamente, el cielo estaba azul y los niños se sentían la mar
de contentos” (Lindgren, 2020b: 20-21). Otra muestra
significativa es que las excursiones escolares de los personajes son siempre a
parajes naturales. Sin embargo, la naturaleza también se presenta como una
fuerza destructora que puede cambiar el rumbo de sus vidas. Pippi
es muy consciente de su ecodependencia por su
experiencia como pirata y las tormentas en alta mar: “¡Cielos, qué tormentas!
—podía decir Pippi—. Hasta los peces de mareaban y
querían saltar a tierra” (Lindgren, 2020b: 84).
A su vez, Pippi con sus
acciones fomenta el reciclaje y el cuidado del entorno natural. Una de sus
actividades favoritas es jugar a ser encuentracosas.
Pippi explica a Tommy y Annika
que “el mundo entero está lleno de cosas y hace falta alguien que las
encuentre” (Lindgren, 2020a: 25). A continuación, los
tres se fijan en objetos, como una lata oxidada, que hay por el suelo y piensan
la manera en que le podrían dar un nuevo uso, puesto que pueden transformarlos
en todo lo que puedan imaginar (Lundström, 2021; Tholander, 2016).
En Ronia, la hija
del bandolero, se observa también esta concepción dual de la naturaleza y,
en concreto, del bosque. Como explica Cando (2020), estamos conectados con el
entorno en que vivimos en situación de dependencia. Una buena muestra de eso es
que el invierno y la nieve paralizan la actividad de los bandoleros: “La
Garganta del Lobo estaba completamente bloqueada. Si continuaba nevando de
aquella manera, sería imposible pasar por ese desfiladero antes de la
primavera” (Lindgren, 2022: 80). Esta dependencia se hace más evidente cuando Ronia y Birk viven en el bosque y
temen la llegada del invierno: “Llegó el frío y cada día hacía más frío. Y ya
no era posible mantener a raya los pensamientos que les recordaban el invierno”
(Ibídem: 201). Es por eso y por la presencia de seres fantásticos como las
arpías y los seres del inframundo que, aunque el bosque sea su refugio, también
le parece un lugar amenazador: “¿Era ese su bosque, el que conocía y amaba?
¿Por qué se había vuelto tan silencioso y amenazante? ¿Qué se escondía en la
niebla?” (Ibídem: 59).
Otros seres que habitan y comparten el entorno natural
con las protagonistas de Lindgren son los animales.
Ambas protagonistas mantienen relaciones estrechas con ellos y los protegen
cuando lo necesitan. En el caso de Ronia, el ejemplo
más significativo es su relación con una yegua herida por un oso que ha matado
a su cría. Ante tal situación, Ronia actúa
rápidamente para salvar su vida y consolarla:
“¡Date prisa! ¡Ve a buscar musgo blanco antes que se
desangre! […] ¡Corre! —gritó Ronia—. Yo tengo que
quedarme con la yegua, necesita consuelo. ¡Y musgo blanco! ¡Pero rápido!
Y Birk echó a correr.
Mientras lo esperaba, Ronia se quedó sosteniendo la
cabeza de la yegua entre sus manos. Le susurró todas las palabras de consuelo
que se le ocurrieron y la yegua se quedaba quieta, como si la entendiera.” (Ibídem:
159-160)
Después, la yegua se queda un tiempo con ellos hasta
recuperarse por completo y permite a Ronia y Birk que la ordeñen. Finalmente, Ronia
le da las gracias a la yegua por todo lo que ha hecho por ellos: “¡Quiero darte
las gracias, Lía, por estos días! El verano que viene tendrás un nuevo
potrillo, ¿lo sabes? Y volverás a tener leche. Pero será para él, no para
nosotros” (Ibídem: 172). Este pasaje supera la concepción antropocéntrica del
mundo y corrobora el hecho de que “somos animales humanos y tenemos compañeros
de viaje en la Tierra: los animales no humanos” (Puleo,
2019: 101). Los animales y la naturaleza no son posesiones humanas como ha
argumentado la sociedad patriarcal y capitalista, sino que son nuestros
compañeros como explica Birk en su primer encuentro
con Ronia: “¡Tus zorritos! ¡Tu bosque! Los cachorros
de zorro son de ellos mismos, ¿entiendes eso? Y viven en el bosque de los
zorros. Que también es el bosque de los lobos, y de los osos, y de los alces, y
de los caballos” (Lindgren, 2022: 57).
Todas estas observaciones se relacionan también con Pippi. Ella convive diariamente con un caballo y un mono y
se cuidan mutuamente. Como indica Lundström (2021:
354): “she makes it very clear
that they live together, in community”. Como caso típico, destaca que Pippi y el caballo se turnan para que ninguno de los dos
tenga que cargar con el peso del otro durante mucho tiempo: “Nos has llevado
durante tanto tiempo que debes estar cansado. No es justo que uno solo haga el
trabajo. Dicho esto, levantó el caballo y lo llevó en brazos un buen rato” (Lindgren, 2020b: 51). Este respeto hacia los animales con
los que convive lo mantiene con todos los demás y lucha contra el maltrato
animal como es el caso del señor Blomsterlund.
Durante una excursión con la clase de Tommy y Annika,
se lo encuentran golpeando a un caballo con un látigo porque estaba agotado de
todo el peso que cargaba. La profesora se compadece del animal y intenta que el
hombre pare: “—¡Cómo puede tratar el animal de esa manera! —le dijo a Blomsterlund. […] —No se meta en lo que no son sus asuntos,
no vaya a ser que acaben probando el látigo usted y toda su compañía” (Ibídem:
56). Ante la amenaza, Pippi lanza a Blomsterlund por los aires gritándole “¡No vas a pegar al
caballo nunca más!, ¿me oyes?” (Ibídem: 57) y lo obliga a llevar uno de los
sacos que cargaba el caballo hasta su casa para que sea consciente del excesivo
peso que había llevado el animal durante todo el camino. Con esto, Lindgren desdibuja la línea que la sociedad ha intentado
imponer entre humanos y animales (Rudd, 2011) y
muestra unas protagonistas que, como ella, luchan a favor de los derechos de
los animales (Nikolajeva, 2017). Además, observamos
cómo la literatura infantil y juvenil tiene la capacidad de enseñar a los
humanos a vivir con los animales en cooperación a partir de las relaciones de
protagonistas como Pippi y Ronia
con animales (Kerslake, 2018).
Como hemos podido observar, Pippi
Calzaslargas y Ronia pueden
ser interpretadas como referentes ecofeministas,
puesto que sus ideales y su forma de actuar encajan con las ideas defendidas
por teóricas ecofeminsitas y, especialmente, de la
tendencia constructivista como Val Plumwood (1993).
Las protagonistas de Lindgren se alejan de los roles
de género y son caracterizadas como niñas valientes, autónomas y resilientes que consiguen sobreponerse a las adversidades y
las dificultades en una sociedad que hace todo lo posible para poder
oprimirlas. En el caso de Ronia, es el padre quien
intenta silenciarla por defender otro estilo de vida alejado de la violencia.
Sin embargo, tanto ella como Pippi lucharan y
conseguirán romper con algunos de los dualismos de valor jerarquizantes,
que son la base de la lógica de la dominación (Warren, 1994b) con la que el
hombre adulto ha intentado someter a las mujeres, a los niños y las niñas, a
los animales, al entorno natural y, en definitiva, a todos aquellos que sean
diferentes.
Otro rasgo de las protagonistas de Lindgren
es que son conscientes que los seres humanos somos interdependientes y ecodependientes. Por un lado, empatizan con la situación
del resto de personajes y intentan ayudarles de diferentes maneras, ya sea
entreteniéndoles como Pippi a Tommy y Annika, consolándoles como Ronia
a la yegua o salvándoles la vida como hacen ambas. De este modo, demuestran que
los cuidados son imprescindibles para la supervivencia de todos los seres y por
eso es necesario que todos nos responsabilicemos. Por otro lado, están
conectadas estrechamente con la naturaleza, que les protege y alegra cada día,
pero sin olvidar que dependen de ella. Por esta razón, no la degradan y
entienden que no es una posesión del ser humano, sino que, en realidad, está
habitada por muchos otros seres a los que también deben respetar.
En conclusión, Pippi Calzaslargas y Ronia pueden
convertirse en referentes ecofeministas para que
jóvenes lectores y lectoras aprendan a levantar la voz ante injusticias como el
sexismo, el especismo y la violencia en general y a
ser conscientes del tipo de relaciones que mantenemos con el resto de seres
vivos y con nuestro entorno como hacen las protagonistas de estas novelas. En
definitiva, la literatura infantil y juvenil y sobre todo novelas como las de
Astrid Lindgren tienen un papel crucial para hacer
nuestra sociedad más ecofeminista (Kerslake, 2018;
2021) y, con ello, un mundo más justo.
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[1] Aunque el término
aparece por primera vez en 1974 con la obra de Françoise d’Eaubonne,
las ecofeministas reivindican a Rachel Carson como
pionera de esta corriente de pensamiento con su obra Primavera Silenciosa
(1962) (Cabré, 2022).
[2] Por ejemplo, Gaard (1993) editó el volumen Ecofeminism:
women, animals, nature a partir de esta cuestión: “Because the central value of ecofeminism is its
plurality of voices, I chose not to write a single-author text, but rather to
edit a collection that would present theory as it is lived” (Gaard, 1993: 7).
[3] El ecofeminismo esencialista o clásico de autoras como Daly (1978) y Griffin (1978) defiende la existencia de un
vínculo especial entre la mujer y la naturaleza por características biológicas
como la capacidad de gestar.
[4] Como explica Plumwood (1993: 35) “the argument that women have a different relation to nature need not rest on either reversal or
‘essentialism’, the appeal to a quality of empathy or mysterious power shared
by all women and inherent in women’s biology. Such differences may instead be
seen as due to women’s different social and historical position”.
[5] Traducción de
Herrero (2017) a partir de Plumwood (1993: 43): “culture/nature”, “reason/nature”, “male/female”,
“mind/body (nature)”, “human/nature (non-human)”, “civilised/primitive
(nature)”, “universal/particular” y “production/reproduction (nature)”.
[6] Autoras como Antón
(2017: 48) defienden “la necesidad de universalizar la ética del cuidado,
devaluada por la cultura patriarcal, para compartir el cuidado y para construir
una relación no destructiva con la naturaleza”.
[7] De hecho, la ley
aprobada en el año 1988 en Suecia para garantizar una mejora en el trato de los
animales en las fábricas agrícolas y ganaderas es conocida como “Lex Lindgren” en honor a esta
escritora (Rudd, 2011).
[8] En realidad, el
personaje de Pippi es bastante anterior a su
publicación porque surgió en el año 1941 cuando su hija “se encontraba postrada
en cama con neumonía y pidió a su madre que le hablara sobre este curioso
personaje” (Encabo y Jerez, 2007: 11).
[9] “It is less
pleasing to find out that in some
countries, notably in Spain and Portugal, she is only known
through television series although books are translated they are not reprinted and have not become
a natural part of the representative countries children’s literature” (Nikolajeva, 2017: 3).
[10] La primera edición
en castellano se titulaba Pipa Mediaslargas (Cañamares
y Cerrillo, 2007).
[11] Cabe destacar que
la edición anterior de Editorial Juventud no adaptaba al español el nombre de
la protagonista: Ronja, la hija del
bandolero (1984).
[12] Aunque en algunas
ocasiones pasajes como este rocen la absurdidad, la verdad es que es una
muestra de cómo las obras de literatura infantil y juvenil a través del absurdo
“se rebelan contra un sistema que en ocasiones es opresor. La libertad y la
ingenuidad que un/a niño/a posee es un preciado tesoro, el cual de alguna
manera el adulto ansía” (Encabo y Jerez, 2007: 12).
[13] Surmatz (2011) interpreta este capítulo como una crítica
al nazismo. Cabe recordar que la obra se publicó en el año 1946 y fue escrita,
probablemente, durante la segunda guerra mundial. Surmatz
argumenta esta interpretación por el nombre del contrincante de Pippi y el acento alemán del director del circo: “The name of “Strong
Adolf” itself is quite suggestive, even more so through the German accent assigned to the circus director and other circus staff […] Pippi at least will not accept
the Nazi intruders in her small Swedish
town, and she demonstrates courage by daring to fight
them – as opposed to the Swedish neutrality
politics” (Surmatz, 2011:
27).
[14] Kurwinkel y Schmerheim (2011)
comentan que los encuentros y los rescates que demuestran su interdependencia y
fortalecen la relación entre ambos son los siguientes. En primer lugar,
destacan su primer encuentro en la Grieta del Infierno en el que Ronia salva con una cuerda a Birk,
que había caído al saltar de un lado al otro del abismo. En segundo lugar, Birk salva entre la niebla a Ronia
de los seres del inframundo. Finalmente, en tercer lugar, Birk
vuelve a salvar a Ronia cuyo pie se había quedado
atrapado en un agujero entre la nieve.
[15] Spivak (1994) explica que es necesario que los cuidados
estén remunerados.